21 de febrero de 2014

SÉ EL VERDADERO ALQUIMISTA DE TU VIDA – PARTE I


Hay temas que se ponen de moda a pesar de que son tan antiguos y reales como la existencia de la vida en el planeta. Pasa con la Ley de Atracción, de la cual se ha  hablado mucho en los últimos tiempos, pero resulta que además de esta famosa ley, existen otras tan o más importantes que ella y de las que poco se habla. Son principios universales que usándolos a nuestro favor permiten potenciar esta ley y llenar nuestra vida de armonía en todos los aspectos.

Me refiero a los principios de Polaridad y del Ritmo los cuales están basados igualmente en el hecho de que todo en el universo es mente, que somos energía pura y que nuestros pensamientos, emociones, deseos o cualquier otro estado mental, va acompañado de vibraciones, las cuales emanamos al exterior, atrayendo hacia nosotros aquello que vibra en nuestra misma frecuencia.

No pretendo aquí dar una clase magistral sobre las leyes y/o principios universales, pero sí quisiera despertar en Uds., quienes me leen, la curiosidad por las mismas, ya que al conocerlas podemos potenciarlas entre sí y atraer a nuestra vida lo que realmente queremos, con menos lucha.

Los antiguos sabios plantearon que es imposible escapar de los efectos de estas leyes. De aquí que considero muy importante que las conozcamos, pues ellas son como la gravedad: no la podemos ver, pero sabemos que existe, e ignorarla sería totalmente absurdo porque además nos afecta a diario, especialmente a nuestro cuerpo, y si no que lo digamos las mujeres que sufrimos sus indeseables efectos con el paso del tiempo.

En este post hablaré primero sobre el principio de Polaridad, el cual dice así:

Todo es doble. Todo tiene dos polos. Todo tiene su par opuesto. Los semejantes y los antagónicos son los mismos, los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado. Los extremos se tocan. Todas las verdades son semiverdades. Todas las paradojas pueden reconciliarse.

En pocas palabras, en el universo todo coexiste en perfecta armonía, todas las polaridades son válidas, no hay opciones malas o buenas, bonitas o feas, ya que el universo es un todo y cada una de estas polaridades forman la unidad. Por ende, si alguna de ellas faltase, el todo no estaría completo.

Los maestros también afirmaban que todo par de opuestos puede conciliarse, por tanto el amor y el odio son lo mismo. La luz y la oscuridad son polos de la misma cosa, con muchos grados entre ambos. El valor y el miedo quedan también bajo la misma regla.

Este hecho permite afirmar que podemos transmutar, es decir, pasar de un estado mental a otro. El término transmutar se aplica al antiguo arte de transformar los metales de poco valor, en oro; significa convertir algo en otra cosa que es de una naturaleza superior, esto era lo que hacían los alquimistas: transmutar y purificar las sustancias materiales, cambiando su carácter, exaltando sus cualidades, para llevarlas así a un estado más avanzado de evolución. En el plano espiritual los grandes sabios afirmaban que se puede cambiar la naturaleza humana en naturaleza divina. La transmutación, tanto física como espiritual, es consecuencia de la elevación de las vibraciones.

Ahora bien si unimos todo este conocimiento, quiere decir que podemos transformar nuestros estados de ánimo, pensamientos y emociones en otros de valor superior. En el caso de los trastornos del ánimo, y así lo planteo en mi libro “Sanar es unaElección”, no se trata de eliminar el síntoma, sino de transmutar la depresión y la ansiedad, mediante la reconciliación con nuestra sombra (todos aquellos atributos o cualidades que negamos, pero que igual forman parte de nosotros porque somos una unidad).

Podemos concluir también que el odio y el amor son recíprocamente transmutables, por eso es muy sabio aquel viejo refrán que dice que “del amor al odio no hay más que un paso”.  Todas las emociones tienen sus polos opuestos a través de los cuales es posible la transmutación. Por lo tanto todos podemos ser alquimistas al elegir modificar una emoción “negativa” (más densa) hacia una “positiva” (menos densa), elevando las vibraciones, cambiando su polaridad y convirtiéndonos así en dueños de nuestro pensamiento, en lugar de ser su esclavo, atrayendo a nuestra vida todo aquello cuanto queremos y que vibra en nuestra misma frecuencia. ¡Lo semejante atrae lo semejante!
 
Si tenemos una mente polarizada, dificilmente aprovecharamos las fuerzas de la intención para nosotros - Wayne Dyer

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