Hay palabras que a uno le hacen click, vibran con uno,
y existen otras que por el contrario, te producen ruido al escucharlas o
leerlas. Esto último me ocurre con el tema de “controlar
las emociones” como manera de erradicar el sufrimiento de nuestra vida. A mí
particularmente no me gusta mucho utilizar el término controlar, cuando a
emociones se refiere, porque para mí implica perdernos la oportunidad de aprendizaje
y desarrollo emocional que una determinada circunstancia o vivencia nos pueda
estar regalando.
Dejar de sufrir
no significa que dejemos de sentir dolor o que pretendamos que este no exista. Por
el contrario, cuanto más nos empeñemos en negarlo más sufrimiento se genera en
nosotros.
¿Implica esto
que si alguien o algo me hieren, no puedo o no debo sentirme herido(a)?
No se trata de
negar la emoción, se trata de trabajar con el hecho de “sentirse herido” que es
algo muy diferente y que es lo que realmente conlleva al sufrimiento. Si nos
damos el permiso de experimentar plenamente las sensaciones y el pensamiento,
entonces el “sentirse herido”, ese dolor totalmente humano y muchas veces
irracional, o esa tristeza profunda que sentimos en ese momento… ¡se esfumará!
Cuando un
pensamiento de rabia llega a nuestra mente es casi imposible decir
sencillamente: “voy a deshacerme de él”,
“no quiero sentir apego por este dolor”…así no funciona. De esta manera
quizás estarás creando un “monstruo” al cual tu ego se encargará de alimentar y
lo más probable es que todo ese dolor, toda esa rabia, aflore en algún momento
de tu vida, quizás manifestándose en forma de enfermedad.
Podemos llorar,
podemos sentir rabia y también miedo, son emociones totalmente humanas. Pero
hay una diferencia entre llorar solamente y dramatizar la tristeza o el temor o
la ira. Entendiendo por dramatizar el agregarle calificativos, magnificar el
dolor y, por supuesto, actuar desde el papel de víctimas que a nuestro ego le
encanta. Por lo tanto la clave para deshacernos del dolor, es
reconocer que algo nos ha herido, pero no engancharnos en el drama, porque
cuando dramatizamos nuestras emociones, sencillamente lo que estamos haciendo
es enmascararlas y generar más dolor.
A continuación algunas
claves que te pueden servir para manejar adecuadamente tus respuestas
emocionales justo en la situación y el momento en que se dispara la reacción:
1. Tómate tu tiempo
para desprenderte de la situación que te está causando dolor. Haz una pausa
para que te puedas calmar y no actúes por impulso. Respira profundo, cuenta hasta
diez antes de actuar y si tienes que llegar a 20… ¡vale también!
2. Apártate de las
personas con las que te sientes disgustado, decepcionado o triste, hasta que tu
frustración o tu dolor haya disminuido, así evitarás quedarte enganchado en la situación.
Pero recuerda: sin dramatizar, sin buscar culpables.
3. Cuando te hayas
relajado, expresa tus emociones de forma tranquila. Incluso establece un
diálogo contigo mismo tratando de indagar hacia atrás qué te hizo reaccionar de
determinada manera y por qué. Esto puede ser muy beneficioso.
4. Una buena sesión
de ejercicio o de yoga, una caminata, pueden ser de gran ayuda para canalizar
tus emociones y liberar toda esa energía.
5. En lugar de
concentrarte en el problema, piensa en las soluciones que le puedes dar. Activa
tu lado creativo y ponte en acción para hallar una salida o una nueva forma de manejar
la situación.
“Cuando surja la emoción, no le tengas miedo, no la
rechaces ni la ignores. Siéntela, identifícala, pero no permitas que se adueñe
de ti. En el momento que haces esto, ya te has hecho consciente. La emoción
seguirá ahí, pero ya no te puede controlar”. SANAR ES UNA ELECCIÓN, Pág. 53

No hay comentarios.:
Publicar un comentario