21 de diciembre de 2013

ENTRENA TU MENTE PARA SER FELIZ



Esta mañana después de desayunar, mi esposo me dijo: deja los platos sucios en el lavaplatos que yo los voy a fregar, a lo cual por supuesto no puse absolutamente ninguna objeción. Inmediatamente se puso a hacer unas cosas en su computadora, las cuales sé que eran importantes y como era de esperarse, se le olvidó el ofrecimiento que me había hecho. Como yo también me puse hacer algunas cosas de la casa, igualmente se me olvidó pues confié en que él lo haría.

Al terminar lo que estaba haciendo, fui a la cocina y al ver que los platos seguían ahí sucios, vinieron a mí una cantidad de pensamientos, debo admitir, cargados un poco de rabia,. En ese momento inevitablemente pensé: para qué me dice que lo va a hacer y no lo hace. ¡Claro, igual tengo yo que terminar haciendo todo! Pero de pronto, antes de que mi rabia y mi malestar siguieran creciendo me hice consciente de la trampa hacia la cual mi ego me estaba conduciendo y atajé mis pensamientos diciéndome a mí misma: Epa, un momento… ¿realmente siempre terminas tú haciéndolo todo?; ¿realmente eres tú la única que se hace responsable de los quehaceres del hogar?... ¡Guao! Ahí me di cuenta de que simplemente lo que estaba haciendo era distorsionar la situación con mis pensamientos, pues no es cierto que termino haciéndolo todo, ni que yo soy la única responsable de los quehaceres del hogar. Siendo justa con mi esposo, él realmente siempre está ahí dispuesto a ayudarme, solo que esta vez estaba realmente ocupado y se le pasó. Eso fue todo, no había necesidad de agregarle drama a la escena ni de sentirme víctima de la situación.

Por supuesto, al hacerme cargo de mis pensamientos y cuestionarlos, no dándolos por hecho sin siquiera analizarlos, la emoción que comenzaba a apoderarse de mí, el sentimiento de rabia que ligeramente se estaba asomando, asombrosamente se desvaneció como por arte de magia. Porque definitivamente no son nuestros pensamientos los que nos producen el sufrimiento, es nuestro apego a ellos lo que lo genera.

De pronto me puse a reflexionar acerca de cuántas veces al día ocupamos nuestra mente con pensamientos que nada tienen que ver con la realidad; y lo peor, cuánto sufrimiento nos pueden producir estos pensamientos. Es increíble cómo los seres humanos somos capaces de vivir, sentir y recrear un pensamiento negativo. Qué bueno sería que la misma energía que le ponemos a estos pensamientos distorsionados, llenos de miedo, angustia, vergüenza, rabia, tristeza, la usáramos para crear y visualizar la vida que queremos y merecemos.

Definitivamente nosotros no somos nuestros pensamientos. Cuando surja un evento que nos disguste o nos incomode, si nos mantenemos presentes en el aquí y el ahora, percibiendo nuestras emociones y la forma en cómo nuestro cuerpo comienza a reaccionar, podremos atajar ese pensamiento antes de que se convierta en una creencia de la cual será más difícil deshacerse más adelante. De esta manera comenzaremos a entrenar nuestra mente para ser felices. A medida que vayas haciendo tuya la práctica del ahora, te convertirás en tu propio observador, en ese maestro sabio que por mucho tiempo habías estado esperando, y serás capaz de entrar en tu interior y descubrir tu propia felicidad. Soltarás el gran miedo que tienes de vivir el presente y te darás el permiso de experimentar la realidad tal cual como esta se presenta, sin juicios ni calificativos, por lo tanto ya tus pensamientos no podrán apoderarse de ti y te darás cuenta de que oponerse a lo que es, sea cual sea la circunstancia que estés viviendo, es un acto inútil que solo genera sufrimiento y frustración. Es como querer enseñarle a ladrar a un gato. El gato es gato y dirá miau hasta que se muera. Sin importar cuántas horas nos esforcemos por querer cambiar esta realidad, jamás podremos, así que solo nos queda aceptarla y cambiar nuestro pensamiento de juicio por uno que nos haga sentir en más armonía y en paz con las circunstancias.

Me encantaría escuchar tus comentarios y/o sugerencias acerca del tema y si te gusto este artículo compártelo con tus amigos(as).

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11 de diciembre de 2013

ESTOY DEPRIMIDO… ¿Y AHORA QUÉ HAGO?


Cuando escuchamos la palabra depresión, pueden venir a nuestra mente varias reacciones, dependiendo de qué tan familiarizado estemos con este trastorno del ánimo.
Algunos piensan que se trata simplemente de una muestra de debilidad o pereza de parte de la persona, otros creen que es un trastorno netamente emocional y quienes la padecen o la hemos padecido, en algún momento hemos llegado a pensar que nuestra vida terminó y que no vale la pena continuar.
Lo cierto es que hay muchos mitos alrededor de la depresión que impiden que se tomen las medidas necesarias en el momento oportuno, originando en el peor de los casos un desenlace fatal para la persona que la sufre. Por eso no solo es importante reconocer en nosotros las señales de este trastorno, si es que lo padecemos, sino también tomar acción inmediata al respecto. 
El hecho de que la mayoría de los síntomas de la depresión se reflejen en nuestro estado emocional, haciéndonos sentir abatidos, tristes  e incapaces de disfrutar las cosas que nos rodean, nos hace más vulnerables a la enfermedad, dejando de ser nosotros para convertirnos en nuestros síntomas, porque es tanto el sufrimiento que se vive que resulta casi imposible separarnos de ella.
Sin embargo a pesar de este sufrimiento y de esta terrible sensación de estar “muerto en vida” a la que diariamente se siente sometida la persona que presenta este trastorno, no debemos pasar por alto que este se ha producido bien sea como respuesta de nuestro organismo ante un suceso externo que nos causó mucho dolor, como pudo haber sido la ruptura de una relación, la pérdida de un ser querido, pérdidas materiales, etc., en cuyo caso estaríamos hablando de una depresión reactiva; o por un cambio en la bioquímica de nuestro cerebro, lo que ocasiona un desbalance en la producción de uno o varios neurotransmisores, provocando una depresión endógena. 
Quiero decir con esto que la depresión es un conjunto de síntomas que tienen un origen, una razón de ser y que por lo tanto a pesar de nuestra total apatía por la vida y la escasa fuerza de voluntad que nos arropa, no debemos permitir que esta se apodere de nosotros y nos impida buscar la solución. Pues la apatía no es más que una señal, es la forma en que nuestro cuerpo se está manifestando diciéndonos que tenemos un asunto que atender. Es tal cual como la persona diabética que tiene los niveles de azúcar altos en la sangre porque su cuerpo no produce suficiente insulina para procesarla, en este caso la persona sabe que tiene que buscar ayuda médica y hacer cambios en sus hábitos alimenticios. Igualmente con algo más básico, si tenemos un dolor de muela acudimos al dentista para que nos quite el dolor; bien sea para que nos indique tratamiento o si el problema es de mayor envergadura, extraiga la muela de raíz.  Así pasa con la depresión, no debemos quedarnos en el síntoma, ¡tenemos que pasar a la acción!. De nada servirá tampoco usar pañitos calientes para aliviarlo, hay que buscar su origen por más que nuestro ego insista en hacernos creer que no es necesario, haciendo uso de cuanta excusa tenga a la mano para no enfrentar el dolor, evadiendo de esta forma cualquier intento de ayuda que provenga del exterior, llámese psiquiatra, psicoterapeuta, pareja, familiares o amigos.
Si te sientes deprimido, te hago una invitación para que a partir de este momento te conviertas en tu propio observador y veas más allá de las señales que tu cuerpo te está dando, indaga qué hay detrás de tus síntomas, busca el origen de tu depresión. Quizás tienes algún rencor o rabia escondida en tu corazón producto de algún suceso pasado. Hay algo nuevo en tu vida que te causa angustia y sientes temor de afrontarlo. Sientes temor de enfrentar la soledad por la muerte de un ser querido o un divorcio. Miedo al éxito o el miedo al fracaso, o quizás exceso de control. Si además eres ansioso(a), observa qué te produce ansiedad, aquí puede estar el origen de tu depresión. En esta fase de indagación puedes buscar la ayuda de un psicoterapeuta, él o ella sabrá cómo guiarte en este proceso. Lecturas que amplíen tus conocimientos sobre el tema y que te orienten también son útiles y así tu mente estará más predispuesta a la acción.
Las respuestas a estas preguntas no te van a llegar de inmediato, lo importante aquí es que comiences un proceso de indagación que permitirá que tu cerebro salga de su zona de confort, que te hagas consciente de que todo ese sufrimiento que sientes no es más que la consecuencia de vivir con apego a tus pensamientos y a tus emociones. ¡Vamos, abre tu mente y permite que sea tu corazón y no tu ego quien te dé la respuesta!...y recuerda tú no eres tu depresión.
Te invito a que me dejes tus comentarios, sugerencias o también me puedes contar tu historia acerca de cómo enfrentas tu depresión. Si consideras que este artículo puede serle útil a otros, por favor compártelo.
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2 de diciembre de 2013

FLEXIBLE COMO UNA PELOTA DE GOMA


A veces en el camino que recorremos diariamente para darle forma a esto que llamamos existencia se nos van presentando situaciones o eventos que generalmente etiquetamos como obstáculos, yo prefiero tomarlos como oportunidades. Aunque los consideráramos como obstáculos, frenos, inconvenientes, barreras o cualquier otro calificativo, si están allí es para que los superemos, saltándolos, atravesándolos o rodeándolos y también para que aprendamos de ellos. Lo que nunca debemos permitir es dejar que nos paralicen y nos obliguen a sentarnos a la orilla del camino viendo la vida pasar sin nosotros en ella. Esto pude vivirlo en mi reciente viaje a Dallas, Texas, donde fueron muchos los paradigmas y creencias que tuve que soltar, cosa que le agradezco a la vida, pues no todos los días se tiene la oportunidad de estar tan expuesto y aprender tanto, en tan poco tiempo. Realmente fue una experiencia que me marcó de manera positiva e hizo que renovara la fe en mí.

Mi aventura se inicia un mes antes, desde el momento en que comencé a planear la actividad y el viaje con mi amiga Lisett Guevara.

El primer evento a superar fue conseguir los pasajes. Antes de mi viaje a Dallas, quería pasar por Venezuela a ver a mi familia y atender algunos asuntos personales. Realmente no pensé que esto me resultaría tan difícil debido a la alta demanda que existía para viajar desde mi país (Venezuela) a cualquier parte del mundo. No solo no estaba consiguiendo boletos para las fechas que yo quería, sino que los costos eran bastante altos, las opciones de itinerarios se agotaban con mucha rapidez y los precios parecían aumentar cada cinco minutos. Tengo que admitir que estuve tentada a abandonar mi idea de viajar a Dallas; sin embargo, mi esposo insistió en que lo hiciera, que no me negara a esta experiencia y accedí a escucharlo…primera barrera superada.

Una vez que tuve mis pasajes en la mano, venía la segunda prueba… ¿Dónde me iba a alojar? Ya mencioné que este viaje lo haría con mi amiga Lisett y sabía que ella ya estaba haciéndose cargo de esto pues cuenta con un grupo de amigos bastante solidarios en esa ciudad. Sin embargo, no dejaba de inquietarme el asunto, pues soy muy poco dada a quedarme en casa de personas y en sitios que no conozco y para agregar más tensión al asunto, cuando le preguntaba a mi amiga ella se reía y me decía: “Tranquila, donde nos agarre la noche…nunca falta alguien generoso que se ofrezca a alojarnos”. Claro, yo sabía que ella estaba poniendo a prueba mi confianza, así que me dije: “Bueno Glenda, serán solo unas pocas noches, nada que no puedas resistir, ¡vamos, atrévete a salir de tu zona de confort!, si no lo haces quizás te puedas perder de una experiencia fabulosa"…segunda barrera superada.

Los días pasaron, hice mi primer trayecto desde Chile hacia Venezuela y a los días realicé mi tan esperado viaje a Dallas, una ciudad y un aeropuerto que no conocía y además estaba viajando sola, sin mi esposo. Siempre me ha gustado viajar y antes de haber pasado por la depresión, viajar sola por asuntos de trabajo a sitios que no conocía era bastante frecuente para mí y lo disfrutaba, pero tenía mucho tiempo que no lo hacía, por lo tanto la idea me inquietaba un poco. De nuevo me hice cargo de mis miedos y de mis pensamientos y me dije: “Ya lo has hecho antes, así que tienes las herramientas dentro de ti para superar cualquier obstáculo que se te pueda presentar, además, preguntando se llega a Roma”…tercera barrera superada.

Llegué a Dallas a media mañana y en el aeropuerto me esperaba una amiga de la universidad, a la que tenía más de veinte años sin ver. Sin embargo, gracias a Dios como lo semejante atrae lo semejante y cuando uno está en armonía todo sale bien, mi reencuentro con ella fue bastante cálido y muy agradable.

Como ella tenía que trabajar, me había preparado una lista de sitios muy cercanos a su trabajo que podía visitar para que aprovechara mi tarde. Muy agradecida con su gesto, pues hasta unos mapas me había preparado, opté por ir a visitar el Museo del Sexto Piso, alusivo a la muerte del presidente Kennedy, el cual quedaba aproximadamente a seis cuadras de nuestro punto de encuentro. Al llegar a su sitio de trabajo, tratando de que no se me olvidaran todas las indicaciones  y con mapa en la mano, me dispuse con mucho entusiasmo a iniciar mi aventura de caminar por el downtown de Dallas, hacia el museo.  Olvidé comentar que ese día llovía porque el otoño estaba comenzando y yo no tomé la precaución de llevar ropa y zapatos adecuados para enfrentar el mal tiempo que ese día arropaba a la ciudad. Gracias a Dios, al menos llevé un paraguas y mi amiga, muy previsiva, me prestó una fantástica chaqueta que me ayudó a no sentirme tan desprotegida. De pronto, en medio de la calle el mal tiempo me hizo entrar en pánico, la lluvia arreciaba y el viento no me permitía leer los mapas. A pesar de la chaqueta que cargaba, de la cadera para abajo sentía mucho frío y tenía mis pies húmedos y helados, casi como si anduviese descalza. De pronto mi mente se nubló y olvidé gran parte de las indicaciones de mi amiga. Por unos minutos, parada en medio de la acera, vacilé entre si seguir mi aventura o devolverme a su sitio de trabajo y esperarla ahí sentada por cinco horas hasta que ella terminara.

Como esta última idea no me hacía mucha gracia, nuevamente concienticé mis miedos y me dije: “Oye, no todos los días se tiene la oportunidad de estar en Dallas y de estar tan cerca de la historia, no permitas que el mal tiempo te impida disfrutar este momento, seguramente después lo vas a lamentar”.  Dicho esto, mi mente se aclaró, pude ubicarme con el mapa e iniciar mi camino hacia el museo…cuarta barrera superada.

Fue durante esta caminata que tomé consciencia de la cantidad de eventos que se me habían presentado, de las trampas que mi ego me había colocado para que no lograse mi objetivo, pero de las cuales yo me había hecho consciente, logrando atajar a tiempo los pensamientos y no permitiendo que el miedo se apoderara de mí. Debo decir que me sentí muy orgullosa de mi misma y fue ahí donde reafirmé que definitivamente el secreto para ser feliz, para disfrutar la vida, es mantener tu mente tan flexible como una pelota de goma, la cual mientras más duro la lanzas contra el piso, más alto rebota.

Por supuesto, después de estas situaciones y con esta actitud de total aceptación, el resto del viaje fue muy placentero, pude mantener mi ego neutralizado por lo que cada experiencia la disfruté al máximo. Ni hablar de las muestras de cariño que recibí de parte de mucha gente a la que incluso apenas estaba conociendo y las vivencias tan enriquecedoras que la vida me regaló y que me hicieron reflexionar sobre muchos aspectos de mi vida que por supuesto les contaré en otra edición. Cuando mantenemos esta actitud ante la vida y nos armonizamos con nosotros y con el entorno, son tan positivas las vibraciones que emitimos al universo, que no hay forma ni manera de que las cosas salgan mal. 

Te invito a reflexionar entonces…cualesquiera sean las circunstancias que en estos momentos estés viviendo, lo que realmente te va a permitir que salgas airoso(a) de la experiencia es la actitud que decidas adoptar ante estas. Si las ves como fracaso, castigo, decepción, obstáculo,  ensañamiento de la vida o de Dios hacia ti, pues eso serán, pero si te das el permiso de verlas como un cúmulo de vivencias que han llegado a tu vida por algo y para algo, sin calificarlas como buenas o malas, justas o injustas, feas o bonitas, te aseguro que te sentirás mejor contigo mismo, la vida te volverá a sonreír y el universo no tardará en recompensarte, entregándote aquello que tanto anhelas.

Te invito a que me dejes tus comentarios y si te ha gustado este artículo compártelo con tus amigos, quizás a ellos también les pueda resultar beneficioso.