29 de abril de 2014

TE INVITO A CONOCER MI NUEVO BLOG

Haz click aquí para ir al nuevo blog. Por favor te pido que te suscribas nuevamente, un OBSEQUIO te está esperando.

¡Gracias por seguirme! 



11 de abril de 2014

NO TODO ES CUESTIÓN DE VOLUNTAD

Cuántos de nosotros no hemos empezado con mucha fuerza y determinación una dieta para perder peso, o nos hemos trazado como meta sacar una nota sobresaliente en una asignatura, o romper con un hábito de vida que sentimos nos está llevando por la calle de la amargura, como por ejemplo, el más común, dejar de fumar o metiéndonos en aguas más profundas, romper con la terrible necesidad de sentir la aprobación de los demás en todo lo que hacemos. Estoy segura de que más de uno ha dicho: ¡YOOOO!, incluyéndome por supuesto, y seguramente, como nos ocurre a la inmensa mayoría, sentimos que por más fuerza de voluntad que le hemos puesto, a mitad de camino hemos perdido parte de la motivación para al final terminar con un profundo sentimiento de frustración y culpabilidad, castigándonos sin piedad con el látigo de nuestro juez interior.
Es indudable que todo acto que deseemos emprender para cambiar un hábito o para lograr un objetivo, debe venir acompañado de un fuerte deseo por lograrlo, lo cual redundará en una mayor fuerza de voluntad para mantenernos apegados al plan inicial. Así que el primer paso antes de establecer las metas es preguntarte a ti mismo si realmente deseas y anhelas ver ese cambio manifestado en tu vida. Después, revisar si tus creencias te servirán de apalancamiento o si por el contrario te están diciendo que NO puedes, aun antes de comenzar.
Si bien sabemos que somos seres holísticos (cuerpo, mente y espíritu), en este punto debemos hacer hincapié en el cuerpo, la parte física. Nuestro cerebro es una complicada red de células nerviosas, llamadas neuronas, las cuales se conectan entre sí para intercambiar información, formando complejas mini-redes que se encienden o apagan de acuerdo al estímulo que reciben del exterior o según las directrices brindadas por nuestro mapa de creencias.
Cada vez que repetimos un comportamiento, del cual se desprende una emoción, estamos reforzando estas mini-redes, las cuales con el transcurrir del tiempo, van moldeando nuestra identidad y terminamos identificándonos con estas emociones y conexiones, aun sin desearlo, pues es un acto totalmente inconsciente. Por otro lado, nuestro cerebro es un laboratorio  sumamente complejo, donde constantemente se están produciendo cientos de sustancias químicas, las cuales están asociadas a las diferentes emociones que experimentamos: alegría, tristeza, ira, frustración, amor, odio, etc. Esto hace que cuanto más repitamos un comportamiento o hábito, más se verá afectada la química de nuestro cerebro por este, lo que hará que nuestro cuerpo se vuelva más y más dependiente de esta emoción o sentimiento para “subsistir” sin importar si esta emoción es “negativa” o “positiva”. Se podría decir entonces que nuestras emociones son productos químicos elaborados por nuestro organismo (científicamente llamados neuropéptidos) en respuesta a determinados estímulos y estas sustancias químicas recorren nuestro cuerpo y se unen a las células, marcándole como una especie de pauta a nuestro cerebro que le avisa cuando no están satisfechas estas necesidades químicas en nuestro cuerpo.
Es por esta razón que muchas veces, buscando revivir la emoción, repetimos el mismo comportamiento una y otra vez, aunque sepamos de antemano que el resultado puede no ser satisfactorio o que incluso venga acompañado de una gran carga de culpabilidad por no ser lo suficientemente fuertes para resistirnos a la tentación de prender ese último cigarrillo, o de comernos ese último pedacito de torta, o de soltar lo primero que nos cruza por la cabeza cuando sentimos que alguien está interfiriendo en nuestros asuntos.  Lo hacemos siguiendo el impulso de nuestro cerebro, el cual tiene como objetivo mantener el suministro constante de las sustancias químicas que nuestro cuerpo necesita para sentirse bien. Es aquí donde nos volvemos adictos. Adictos a la comida, a los juegos de azar, al cigarrillo, al sexo, a las drogas, etc., y de igual manera, adictos a las emociones. Entonces vemos personas a quienes no les importa arriesgar su vida con tal de sentir una descarga de adrenalina, o las que se regocijan y disfrutan el conflicto porque su cuerpo se lo pide y entonces de cualquier cosa hacen una polémica, o las que necesitan constantemente la aprobación de los demás y por ende buscan ser perfectas en todo, privándose de intentar cosas nuevas por el temor a “no ser la mejor”.
Quiere decir esto que la clave para lograr deshacernos de esos comportamientos que solo nos generan frustración y/o culpa es deshacer las mini-redes neuronales que nos mantienen atados a nuestras emociones adictivas. Para lograrlo no es suficiente el deseo y la fuerza de voluntad; es necesario encontrar la causa raíz de nuestra adicción, hacernos conscientes de cuál es el detonante que hace que nos comportemos de determinada manera. Por lo tanto, si quieres ver un cambio definitivo en tu vida y no seguir sintiéndote culpable por tu falta de voluntad, te invito a que inicies un proceso de indagación que te permita conectarte con lo más profundo de tu inconsciente en busca de las respuestas, en busca de esos mensajes y sentimientos que forman parte de tu memoria celular.
El hecho de que nuestros pensamientos y emociones son energía, que todo en nosotros es energía, incluyendo nuestro cuerpo, en mayor o menor grado de densidad, nos lleva a la conclusión de que para cambiar patrones de conductas y hábitos, debemos liberar la energía asociada a las imágenes mentales y recuerdos negativos que subyacen detrás de estos.  Esto quiere decir vaciar nuestro inconsciente para luego “cambiar su configuración” y poder colocar información nueva en él. Información que nos sea útil para lograr las metas que nos hemos trazado. No podemos llenar una copa que ya está llena, hay que vaciarla primero para poder verter agua nueva y fresca en ella. 

4 de abril de 2014

EL MIEDO… ¡TU MEJOR ALIADO!

Tengo un par de amigas con las cuales me encanta reunirme porque cuando lo hacemos nuestras conversaciones no suelen ser nada triviales. Yo diría que son casi terapéuticas, porque no solo nos ponemos al día sobre lo que acontece en la vida de cada una, sino que también hablamos de aquello que sabemos que está allí haciéndonos la vida de cuadritos, pero que no sabemos cómo darle punto final y muchas veces escuchando a otros hallamos nuestras propias respuestas.
Fue en una de estas tertulias que una de ellas narró su más reciente encuentro con el miedo y cómo logró superarlo haciendo uso de su sabiduría interna. Mi amiga contaba que después de tanto pedirle al universo que la ayudara a conectarse con su propósito de vida y habiéndolo conseguido, no entendía por qué en muchas ocasiones sentía un pánico que la paralizaba cuando pensaba en alguna de las tareas que tendría que ejecutar para materializar este propósito. ¿Por qué siento este vacío en el estómago cada vez que pienso en lo que tengo que hacer?, se preguntaba mi amiga, ¿por qué aun sabiendo que debo hacerlo por mi bien, que sé que es algo que traerá cambios positivos a mi vida me perturba tanto la idea?. Cuenta ella que llegaba hasta el punto de querer salir corriendo y dejar todo así, perdiéndose quizás una gran oportunidad en su vida.
Ella sabía que lo que estaba sintiendo no era falta de voluntad, sino un miedo enorme, casi pánico, pero no sabía cómo deshacerse de él. Así que optó por pedir asistencia divina y le pidió a su Ser que la guiara para encontrar las respuestas.
Dicho esto retomó la lectura de un libro que tenía días leyendo y de repente hubo una frase que le tocó tan pero tan profundo, que no pudo contener el llanto. Se dio cuenta de que en esa frase estaba la respuesta que estaba buscando y por supuesto no dudó en aprovechar ese momento para dejar aflorar toda las emociones y sensaciones que llegaban a ella, sin calificarlas, sin juzgarlas, sin analizarlas…solo sintiendo.
Pasado un tiempo y después de sacar todo ese dolor que tenía reprimido, dice que sintió una calma y paz en su corazón y que de pronto dejó de sentir miedo y angustia al pensar en todas esas tareas que necesitaba emprender,  pero que su cerebro se negaba rotundamente a ejecutar y como por arte de magia las ideas comenzaron a fluir en su mente, con tanta claridad que no dejaba de sentir asombro y a la vez un profundo agradecimiento con Dios por haberla guiado en esta búsqueda.
Mi amiga no sabe de dónde provenía este miedo, ni en qué momento se instaló, ni por qué, y creo que eso no importa mucho. Lo que quiero que rescatemos de esta historia es que si permanecemos lo suficientemente conscientes y atentos a las palabras que salen de nuestra boca, a las emociones que estamos manifestando en un momento dado a través de nuestro cuerpo, podremos reconocer cuándo es el miedo el que habla y actúa a través de nosotros, en esos momentos en que la vida nos pide que actuemos y no sabemos cómo.
¿Cómo saber cuándo es el miedo el que está controlando la situación?
Cada vez que nos resistimos a hacer algo, a aceptar una opinión o un punto de vista diferente al nuestro, a soltar los apegos hacia algo, hacia alguien o hacia nuestros pensamientos, aun sabiendo que alguno de estos puede ser la causa de nuestro sufrimiento, cuando nos sentimos deprimidos, ansiosos…ahí están hablando nuestros miedos. Hacernos conscientes de ellos es el arma de transformación más poderosa que tenemos y la vía más expedita para conectarnos con la felicidad. La clave está en:
  1.  Reconocerlo cuando aparece y aceptar que está allí. Puedes hablar con tu ego y decirle algo como: “Está bien, reconozco que tengo miedo, lo acepto, es normal, pero elijo aquí y ahora dejar que mis miedos salgan a la luz, que se descubran ante mis sentidos”. Cuando haces esta declaración en voz alta, estás permitiendo que tu mente suelte el control y dejando que tu Ser te traiga la respuesta, la cual puede llegar por cualquier vía, por ejemplo a mi amiga le llegó a través de la lectura, así que tienes que permanecer atento y abierto a la experiencia.
  2. Analizarlos y cuestionar su validez. Piensa que este miedo ya no tiene ninguna razón de ser porque la situación de peligro que en algún momento enfrentaste, ya no existe, es solo una manipulación de tu mente inconsciente  para “protegerte del dolor”. Cuando el miedo o cualquier sensación de incomodidad aparezca, pregúntate: ¿Qué propósito tiene esto que estoy sintiendo?, e inmediatamente estarás expandiendo tu nivel de consciencia.
  3. Llegado el momento, como en el relato de mi amiga, déjalo que fluya y enfréntalo. No reprimas la emoción. Al principio te puede producir algo de angustia, pero eso es parte del proceso, a medida que vayas adquiriendo confianza en ti, el miedo se irá desvaneciendo. Así que cada vez que la vida te dé la oportunidad para enfrentarlo, no lo dudes, ¡tómala! Por ejemplo, si tu miedo es hablar en público, habla, si tienes miedo a volar en un avión, pues vuela.

Recuerda que toda emoción “negativa” puede ser transformada en una de mayor vibración. Por lo tanto nuestros miedos pueden ser nuestros mejores aliados. Deja que sean la chispa que encienda ese proceso de transformación y crecimiento que durante mucho tiempo has estado posponiendo y que la vida de vez en cuando se empeña en recordártelo, cada vez que el dolor aparece. Acéptalo, obsérvalo, escucha lo que te dice y pregúntate... ¿Por cuánto tiempo más estoy dispuesto a dejar que este miedo me detenga?
Si te gusto este artículo compártelo con tus amigos. ¡Gracias! y mantente atento(a) porque pronto estaré estrenando nuevo blog y tu serás mi primer invitado.