Tengo
un par de amigas con las cuales me encanta reunirme porque cuando lo hacemos
nuestras conversaciones no suelen ser nada triviales. Yo diría que son casi
terapéuticas, porque no solo nos ponemos al día sobre lo que acontece en la
vida de cada una, sino que también hablamos de aquello que sabemos que está
allí haciéndonos la vida de cuadritos, pero que no sabemos cómo darle punto
final y muchas veces escuchando a otros hallamos nuestras propias respuestas.
Fue en una de
estas tertulias que una de ellas narró su más reciente encuentro con el miedo y
cómo logró superarlo haciendo uso de su sabiduría interna. Mi amiga contaba que
después de tanto pedirle al universo que la ayudara a conectarse con su propósito
de vida y habiéndolo conseguido, no entendía por qué en muchas ocasiones sentía
un pánico que la paralizaba cuando pensaba en alguna de las tareas que tendría
que ejecutar para materializar este propósito. ¿Por qué siento este vacío en el estómago cada vez que pienso en lo que
tengo que hacer?, se preguntaba mi amiga, ¿por qué aun sabiendo que debo hacerlo por mi bien, que sé que es algo
que traerá cambios positivos a mi vida me perturba tanto la idea?. Cuenta
ella que llegaba hasta el punto de querer salir corriendo y dejar todo así,
perdiéndose quizás una gran oportunidad en su vida.
Ella sabía que lo
que estaba sintiendo no era falta de voluntad, sino un miedo enorme, casi
pánico, pero no sabía cómo deshacerse de él. Así que optó por pedir asistencia
divina y le pidió a su Ser que la guiara para encontrar las respuestas.
Dicho esto retomó
la lectura de un libro que tenía días leyendo y de repente hubo una frase que
le tocó tan pero tan profundo, que no pudo contener el llanto. Se dio cuenta de
que en esa frase estaba la respuesta que estaba buscando y por supuesto no dudó
en aprovechar ese momento para dejar aflorar toda las emociones y sensaciones
que llegaban a ella, sin calificarlas, sin juzgarlas, sin analizarlas…solo
sintiendo.
Pasado un tiempo
y después de sacar todo ese dolor que tenía reprimido, dice que sintió una
calma y paz en su corazón y que de pronto dejó de sentir miedo y angustia al
pensar en todas esas tareas que necesitaba emprender, pero que su cerebro se negaba rotundamente a
ejecutar y como por arte de magia las ideas comenzaron a fluir en su mente, con
tanta claridad que no dejaba de sentir asombro y a la vez un profundo
agradecimiento con Dios por haberla guiado en esta búsqueda.
Mi amiga no sabe
de dónde provenía este miedo, ni en qué momento se instaló, ni por qué, y creo
que eso no importa mucho. Lo que quiero que rescatemos de esta historia es que
si permanecemos lo suficientemente conscientes y atentos a las palabras que
salen de nuestra boca, a las emociones que estamos manifestando en un momento
dado a través de nuestro cuerpo, podremos reconocer cuándo es el miedo el que
habla y actúa a través de nosotros, en esos momentos en que la vida nos pide
que actuemos y no sabemos cómo.
¿Cómo
saber cuándo es el miedo el que está controlando la situación?
Cada vez que nos
resistimos a hacer algo, a aceptar una opinión o un punto de vista diferente al
nuestro, a soltar los apegos hacia algo, hacia alguien o hacia nuestros
pensamientos, aun sabiendo que alguno de estos puede ser la causa de nuestro
sufrimiento, cuando nos sentimos deprimidos, ansiosos…ahí están hablando
nuestros miedos. Hacernos conscientes de ellos es el arma de transformación más
poderosa que tenemos y la vía más expedita para conectarnos con la felicidad.
La clave está en:
- Reconocerlo cuando aparece y aceptar que está allí. Puedes hablar con tu ego y decirle algo como: “Está bien, reconozco que tengo miedo, lo acepto, es normal, pero elijo aquí y ahora dejar que mis miedos salgan a la luz, que se descubran ante mis sentidos”. Cuando haces esta declaración en voz alta, estás permitiendo que tu mente suelte el control y dejando que tu Ser te traiga la respuesta, la cual puede llegar por cualquier vía, por ejemplo a mi amiga le llegó a través de la lectura, así que tienes que permanecer atento y abierto a la experiencia.
- Analizarlos y cuestionar su validez. Piensa que este miedo ya no tiene ninguna razón de ser porque la situación de peligro que en algún momento enfrentaste, ya no existe, es solo una manipulación de tu mente inconsciente para “protegerte del dolor”. Cuando el miedo o cualquier sensación de incomodidad aparezca, pregúntate: ¿Qué propósito tiene esto que estoy sintiendo?, e inmediatamente estarás expandiendo tu nivel de consciencia.
- Llegado el momento, como en el relato de mi amiga, déjalo que fluya y enfréntalo. No reprimas la emoción. Al principio te puede producir algo de angustia, pero eso es parte del proceso, a medida que vayas adquiriendo confianza en ti, el miedo se irá desvaneciendo. Así que cada vez que la vida te dé la oportunidad para enfrentarlo, no lo dudes, ¡tómala! Por ejemplo, si tu miedo es hablar en público, habla, si tienes miedo a volar en un avión, pues vuela.
Recuerda que
toda emoción “negativa” puede ser transformada en una de mayor vibración. Por
lo tanto nuestros miedos pueden ser
nuestros mejores aliados. Deja que sean la chispa que encienda ese proceso de
transformación y crecimiento que durante mucho tiempo has estado posponiendo y
que la vida de vez en cuando se empeña en recordártelo, cada vez que el dolor
aparece. Acéptalo, obsérvalo, escucha lo que te dice y pregúntate... ¿Por cuánto tiempo más estoy dispuesto a
dejar que este miedo me detenga?
Si te gusto este
artículo compártelo con tus amigos. ¡Gracias! y mantente atento(a) porque pronto estaré estrenando nuevo blog y tu serás mi primer invitado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario